MORIR MATANDO


Al menos por lo que respecta a la población en general, no sabemos el origen o cómo se ha producido la pandemia del coronavirus. Básicamente, hay dos hipótesis principales: o por transmisión animal (involuntaria) o debido a la “guerra bacteriológica” (accidental o a propósito). Cualquiera de ellas es por nuestra culpa, irresponsabilidad o inconsciencia, bien por comer lo que no debemos o por “jugar con fuego”. También básicamente hay dos posibles escenarios tras la crisis: aprender la lección o no. Sobre el primero ya he escrito mis artículos precedentes. En cuanto al segundo, puede que ocurra lo que describo a continuación.

Muchos indicadores y análisis apuntan a que los EE.UU. van a sufrir una catástrofe humanitaria mayúscula, acentuada por el sistema sanitario con el que afrontan la pandemia, el cual no cubrirá a la inmensa mayoría de casos, entre otros motivos por el empecinamiento del sector conservador -representado por el Partido Republicano- en contra de la sanidad pública, maximizado por el actual Presidente, al que le faltó tiempo para cargarse lo que el anterior había hecho incipientemente a favor y que se conoce como “Obamacare”. Si las previsiones se cumplen y tal como resulta el personaje al frente de la todavía considerada mayor potencia mundial, mucho me temo que la reacción del mismo va a responder al característico patrón de este tipo de mentalidades: la negación, la no asunción de errores y echarle la culpa al otro.

Además, por ejemplo y todavía reciente, tenemos el pérfido montaje como reacción al 11-S, respondiendo de aquella la presidencia de George W. Bush con la II Guerra de Irak o del Golfo (más que pérsico norteamericano), inventándose para ello lo del arsenal de armas de destrucción masiva en poder de Sadam Husein. Lo que también trajo consecuencias para España, por el seguidismo del gobierno de Aznar, al que los agentes de los servicios secretos informaron de que no existían tales armas pero fueron sacrificados (murieron) de todas formas, trayendo además como consecuencia el atentado del 11-M, mientras que la reacción fue la pretender echarle la culpa a la banda terrorista ETA. Así y a lo largo ya de demasiados ejemplos a través de la Historia, comprobamos que los errores y fracasos en el poder no suelen reconocerse sino, por el contrario, la reacción característica es buscar chivos expiatorios para deshacerse de sus propias acciones y responsabilidades. Puede que respondiendo también a la estrategia o lo que se conoce como “morir matando”, que viene a decir que, ya que la han fastidiado y están en una mala situación, entonces se hunden con todo lo que puedan llevarse por delante.

La cuestión es que se puede presuponer que en este caso no va a ser distinto. No solo por el perfil de Trump, “el presidente de las 13 mentiras diarias”, incapaz de reconocer errores, acostumbrado a culpar a los demás, que en 2017 decía que “el poder efectivo es el miedo” o que ya se haya referido al “virus chino”; sino también porque un 40% de la población de su país y que le vota tiene un nivel de consciencia que le hace creer que el mundo se hizo en 6 días, hace 6.000 años, con dinosaurios que existían cuando Adán y Eva y con alguna doctorada en Harvard que llega a decir que la primera homínida de la que tenemos conocimiento, “Lucy”, es una mentira científica ya que modificaron su cadera de mono para hacerla humana, todo ello unido a que este tipo de “adultos” se entrenan con munición real para hacer frente a ateos y comunistas, porque se sienten amenazados (véase el documental “Dios bendiga América” o “God bless América”; 2020).

Es decir, estamos ante el fanatismo de una parte considerable de la población norteamericana, sin olvidar los extremismos de otras religiones, ideologías y países. Pero es que, además y en este caso, me refiero a la potencia mundial caracterizada también por el derecho a las armas, donde el “ojo por ojo” es casi ley, así como inusitadamente habitual el “gatillo fácil” o donde hacen presidentes (de la primera economía y arsenal nuclear) a, entre otros, un actor/galán que consultaba a astrólogos (Ronald Reagan), al “hijo de papá” y bebedor rehabilitado mediante revelación religiosa (George W. Bush) o al pendenciero quiebra empresas Trump; el cual parece recordar -a una parte del inconsciente colectivo de este país- a su venera-do John Wayne o al enviado por Dios para “hacer grande” lo que también parece no dar más de sí, que es la mentalidad de ese numeroso porcentaje de esta población.

Sea como fuese y ya incluso antes de la pandemia, todo esto indica lo que desde políticos a expertos, así como los propios mercados y/o el llamado “capital”, reconocen como “la caída del Imperio Norteamericano”, en analogía a lo que pasó en su tiempo con el Imperio Romano. En este caso, con síntomas como el aislamiento y los enfrentamientos contra sus otrora aliados, el abandono de las instituciones internacionales o la ausencia de liderazgo mundial, como se ejerció por ejemplo en la anterior crisis de 2008. Así como también se puede decir que esta caída tiene su "Nerón", con parecida egolatría, despotismo, agresividad y falta de escrúpulos; pero que en esta repetición de la historia incendia redes sociales y demás medios de comunicación, mientras que le echa la culpa y hace perseguir a los inmigrantes, a los que piensan distinto o, en general, a todo lo que le contraríe.

Con este currículum, panorama, tipo de comportamiento y sociedad o electorado al que no defraudar, no me extrañaría que Donald reaccionase y respondiese, frente a los miles de muertos norteamericanos por el coronavirus y para ocultar su negligente política y gestión sanitaria y en general, por ejemplo responsabilizando a China. Mientras que, si unimos a esto lo que vienen practicando -por desgracia- con demasiada frecuencia: guerras de Corea, Vietnam, Cuba, Irak, Afganistán y todo tipo de incursiones e injerencias; entonces cabe la nefasta posibilidad de que decidiese atacar (más) al gigante asiático, sin descartar que esta vez fuese a través de armamento atómico. También algún analista, concretamente Enrique de Vicente, vaticina una posible guerra civil norteamericana, con igualmente consecuencias a nivel mundial; algo a lo que ya apunta la reciente pretensión de este presidente para el control total de los Estados de la Unión, más todo lo que viene ocurriendo con el enquistado racismo.

Como reza el dicho, la realidad suele superar a la ficción y ya una serie sobre nuestro futuro inmediato, “Years and Years” (2019), daba por hecho ese mismo ataque nuclear a cargo de un Donald Trump reelegido. Mientras que, en cuanto al posible escenario que se derive después, también puede ajustarse lo que describe la serie, en plan orwelliano, y que consiste -de nuevo y/o por enésima vez- en pretender aniquilar al considerado como inferior o diferente; aunque tampoco deje de haber valientes altruistas que frustran esos planes. Además, el hecho o realidad es que este tipo de comportamiento y panorama (con o sin recurso nuclear) también responde y es extrapolable a otras poblaciones y dirigentes mundiales, desde la Rusia de Putin a la Corea del Norte de Kim Jong -un, del Israel de Netanyahu al Brasil de Bolsonaro, desde el Oriente Medio de los Jeques a la Europa de Viktor Orbán, etc.

Si estos son los que dirigen el mundo, ¡en manos de quiénes estamos!