SE ACABÓ LO QUE no SE DABA


Tras la crisis del coronavirus, la cuestión fundamental, gran pregunta o incógnita a resolver es cómo será nuestra vida, tanto individual como colectiva. Aunque ya hay algunos vaticinios, proyecciones o tendencias que se apuntan, desde mi punto de vista y análisis, pienso que todo va a venir determinado por una fase y un eje común. La fase es la del cambio de mentalidad, maduración, estadio o como quiera llamarse a la transición evolutiva y fruto del paso del tiempo geológico por el que está atravesando nuestra especie, tal y como mantengo en mi Guía existencial (2019) y que, resumidamente y para entendernos, comparo con el tránsito de la niñez a la adolescencia.

En cuanto al eje sobre el que va a girar nuestra nueva situación pienso que, básica y fundamentalmente, es el de la confianza/desconfianza (vuelvo a coincidir fortuitamente con Harari, a pesar de sus fallos y aciertos, como todos, que en su artículo “En la batalla contra el coronavirus, la humanidad carece de líderes”, también señala a la cooperación y a la confianza como claves). Como cuando, por analogía, descubrimos que lo que nos decían en la niñez no era tal o así y porque además, a nivel de especie, los considerados responsables (“adultos” o “tutores”) no es que precisamente hayan hecho un buen papel, ni hayan atendido adecuadamente a su cometido sino -más bien- en, para y por sus propios intereses. Con esa actitud claramente ególatra y eminentemente falsa de los supuestos dirigentes al frente de la “familia” humana, no es de extrañar que en la etapa que nos toca o corresponde se produzca un desapego, un distanciamiento, un descreimiento, una rebeldía, un desencuentro, incluso -aunque esperemos que sepamos llevarlo con cabeza para no llegar a ello- un enfrentamiento.

De ahí también los malos augurios y temores de algunas voces reconocidas que apuntan al peligro de que vuelva el autoritarismo; algo que además, por estadística y frecuencia, suele producirse -en demasiadas ocasiones- tras las crisis por las que ha pasado nuestra sociedad humana, en diferentes tiempos y lugares. Un proceso que guarda cierto paralelismo a como cuando se produce algún contratiempo en el “hogar” y los que mandan recurren a la anticuada “mano dura” porque, como se suele decir, la violencia es la respuesta cuando no se sabe más o no se aplica la razón. De hecho, ya estábamos viviendo algo parecido antes del coronavirus, precisamente tras la pasada crisis financiera; por lo que es real dicho temor sobre nuestro erróneo comportamiento colectivo ante este tipo de hechos, haciendo que el miedo, la rabia, la impotencia, la ignorancia y/o el odio dejen dejen aflorar y dar vida a los fantasmas que manejan y tras los que suelen operar populismos y autoritarismos.

De eso depende bastante el devenir y deriva que podamos adoptar como especie. De si la ignorancia y/o las mentiras que apelan a los sentimientos más primitivos, como el miedo y/o el odio, vuelven o no a imponerse. O si, en cambio, el dejar atrás nuestro infantilismo colectivo y madurar nos lleva, por fin, a no creer semejantes paranoias sino en nosotros mismos, en nuestras capacidades, libres, sin tutelajes maniqueos; y, en su lugar, empezamos a construir un porvenir más común, basado en los verdaderos intereses de todos, como pueden ser la cobertura de las necesidades, la ausencia de dolor, la salud, no sentirnos solos, la armonía entre nosotros y el entorno, etc.

Siendo que el coronavirus se va a llevar mucho más que miles de vidas humanas, tras el gran susto y desastre vividos, la cuestión es qué va a contar con más garantías, seguridad, solu-ciones, estabilidad, orientación adecuada, protección, etc. Lo que afecta directamente a la confianza en muchas instituciones, al papel de la política, a la cuestión de en manos de quiénes estamos, etc. En pocas palabras, se puede resumir lo que trato de describir haciendo referencia al dicho popular de que “se acabó lo que (no) se daba”: las garantías que precisamos para una existencia adecuada.

La crisis del 2008 ya dejó muy tocadas a varias de estas instituciones y actores sociales, sobre todo al sistema financiero y grandes compañías o corporaciones. También se repite ahora la ineptitud y falta de colaboración general entre la clase política y/o dirigente, lo que seguramente va a pasarles factura. Tampoco las instituciones es que vayan a salir bien paradas, desde la propia Organización Mundial de la Salud a la Unión Europea, cuyos nombres suenan ahora algo más a eufemismos. Y que decir de los medios de comunicación tradicionales y que siguen en su declive mortuorio, con sus adscripciones o correas de transmisión políticas y/o económicas grabadas a fuego, confundiendo más que aclarando entre tanta (des)información y, en definitiva, con unos estilos y formas ya caducos, propios de otra época; mientras que asoman nuevas alternativas y canales más acordes a los tiempos, indudablemente a través de Internet y creciendo la producción propia, porque ya no sabemos de qué o quién fiarnos entre tantas “fake news”.

Mientras que, en cuanto a las religiones se puede decir que han estado más bien calladas en esta crisis, entre otros motivos y/o razones porque tampoco tienen ya mucho creíble que decir con sus viejas fórmulas y planteamientos, como por ejemplo han solido responder tradicionalmente ante este tipo de situaciones mediante la convocatoria a la oración, procesiones, invocaciones y/o ofrendas a los dioses para aplacar sus iras o plagas. No obstante, en esta ocasión casi que es de elogio su mayor quietud, incluso puede que así recuperen algo de su descrédito. Para no seguir alargando la referencia al caduco, inoperante y no válido plantel de actores sociales actualmente al frente de nuestra especie, tampoco los nacionalismos, ni la OTAN, ni las ligas o el NASDAQ han servido de nada en esta crisis; mientras que aquellos que “mueven los hilos”, sea el G20, Davos, el Club de Bilderberg o los servicios secretos de inteligencia, no parece que las tengan todas consigo.

Como el acné o la primera menstruación en la adolescencia, que es una de las formas en que la biología nos informa y por lo que nos enterarnos de nuestra transición personal, el coronavirus ha venido a decirnos lo que ya apunté en su día, pero de lo que la inmensa mayoría no se entera hasta que se ve en el espejo o mancha las bragas. Con esto quiero señalar que no solo se trata del papel y de la confianza de lo que hemos venido admitiendo, creyendo, valorando, haciendo, votando, trabajando, delegando, consumiendo, secundando, etc. A todo esto se suma un cambio de etapa, de mentalidad, una transición, una evolución, “un antes y un después”.

No es solo que las instituciones y actores sociales que he señalado u otros no hayan respondido adecuadamente y que todo consista simplemente en corregir o se resuelva con que vuelvan a demostrar y/o recuperar la confianza. Es más que eso. Es que “hemos crecido”, al menos en tiempo o edad geológica. Y ahora pasa como cuando te queda pequeña, necesitas más talla y/o dejas de ponerte ropa de niño/a, o de creer en ciertas fantasías, o de fiarte de lo que te dicen, o de tener conductas infantiles, etc. Ahora a la especie humana le corresponde o le toca buscar otros referentes más acordes a su realidad evolutiva. Aunque ello no quiere decir que quizá elijamos o prefiramos repetir, como cuando nos negamos a crecer y/o a enfrentarnos a nuevas situaciones, formas de pensar y responsabilidades; refugiándonos bajo el amparo y cuidado de nuestros tutores, aunque no se hayan portado correctamente. En tal caso, eso tiene una denominación: inmadurez o “complejo de Peter Pan”.

Incluso puede que todavía trileros, mentirosos, “vendemotos” y “cuentacuentos”, como los que han estado campean-do a sus anchas aprovechándose de nuestra inocencia y/o papanatismo colectivos, consigan seguir engañándonos; retrasando así nuestro desarrollo como especie, ya que les interesa que permanezcamos en ese estadio y no nos enteremos de qué va esto (quizás ni ellos mismos lo sepan, solo que le sacan rédito o partido). Todo lo cual dependerá del grado de inmadurez colectiva en el que nos estanquemos o, en otro caso mejor y más recomendable, de la evolución que logremos. En resumen, con el sistema financiero más que desacreditado (parece que solo entiende de otro tipo de créditos, pero no de credibilidad), el capitalismo que se ha pasado mucho de rosca (sobre todo con la explotación y contaminación planetaria), la clase dirigente empeñada en seguir protagonizando nuestras pesadillas, creencias que se sostienen a base de mentiras y/o violencia (creacionistas, ultraortodoxos, ISIS, talibanes) y con los nuevos valores socioculturales todavía crudos o sin madurar … ¿Qué se puede sacar en limpio, de qué fiarnos y por dónde debemos seguir?

Está claro que los héroes de esta capítulo de nuestra historia son los sanitarios, así como otros trabajadores de los servicios sociales y públicos, incluidos algunos procedentes del sector privado y otros adaptados de las llamadas fuerzas de seguridad y/o defensa. Mientras que la gran referencia válida a tener en cuenta es, como ya viene demostrando desde hace tiempo, la ciencia, con sus virtudes y defectos (también latentes y por corregir). Así como el mundo de la cultura, con toda su oferta y servicio al público, a pesar de las dificultades pero transmitiendo ilusión, creatividad, imaginación, etc. Nada tenemos más fiable que esto a estas alturas.

Así que dependerá de nosotros que le demos el protagonismo y la confianza a quienes se lo merecen y/o se lo han ido ganando, con obras y no malas razones. Mientras que, a la inversa, a ver si dejamos de engañarnos por “salvapatrias”, depósitos y valores ficticios, materialismos y consumismos galopantes, compañías que no acompañan sino que van a lo suyo, perversos e inútiles arsenales de terror, competiciones, ligas y otras estrellas que ahora “brillan por su ausencia” o en paraísos fiscales, etc. En definitiva, a ver si vamos confiando en nosotros mismos como colectivo, independientes de quienes han estado aprovechándose de nuestra atención, ilusión, trabajo y recursos de todo tipo, incluido el lugar/hogar de todos nosotros y de todos los entes y especies que habitamos en este planeta.